Soy humana. A veces siento presión por la profesión a la que me dedico. Como si por ser psicoterapeuta se esperara que yo tuviera todos los conflictos resueltos.

Siento que esta presión surge de una mirada infantil que espera llegar a un lugar en el que todo esté bien. Entendiendo ese bien como un lugar sin conflicto.

Sin embargo, yo puedo admitir que todos los conflictos habitan en mi: intrapersonales e interpersonales. Vivo con ellos dejando que me atraviesen, me duelan, me deconstruyan y aparezca luego la maravilla de la transformación, la expansión y el cambio.

No creo en un resolver para siempre. Creo en un transitar consciente y eso que se escribe tan bonito, a veces es hostil y árido. Vacío. La Gestalt, de hecho, tiene un hermoso nombre para ese lugar: el vacío fértil.

Para mí el camino es el de hacer amoroso ese lugar. Dejar de huir, compararnos o castigarnos por estar allí. Para así, poder escuchar el malestar y darle un sentido.

Sé que esos lugares, esos momentos, se transitan mejor acompañada y es por eso que te tiendo la mano. No para evitar que toques tu dolor o tu malestar, si no para que no tengas que hacerlo sola. Para que así puedas atravesarlo y dejarlo atrás, abriendo y dejando espacio para lo nuevo y más actualizado que te está esperando.